miércoles, 31 de octubre de 2012

El Corán

La palabra Kour ann se deriva de karaa, leer, y significa lectura, o lo que debe ser leído. Bajo este nombre los musulmanes designan no solo todo el libro, sino cada capítulo o sección del Corán. Los judíos llaman también todas las Santas Escrituras y cada una de sus partes con el nombre de karak o Mikrah, palabra cuya raíz y significación es una misma.

Se da algunas veces al Corán el título de Forkan, de Faraka, dividir, como los judíos emplean Perek, que tiene la misma raíz, para indicar una Sección o parte de la Biblia. A veces es nombrado también por antonomasia al-Molsehaf, el tomo; al-Khitab, el libro por excelencia, al-Dhikr, la admonición. Algunos pretenden que la palabra Forkan significa distinción, como para expresar que el Corán distingue lo verdadero de lo falso, lo lícito de lo que no lo es .

Los escritores mahometanos alaban mucho el estilo del Corán. Hay gusto, en efecto, en los pasajes en que imita las maneras y frases poéticas, empleando alternativamente uno por otro los tiempos del pretérito perfecto y del futuro; y pasando de la tercera persona a la primera o a la segunda, además de la primera a la tercera, como los profetas hebreos. Es conciso, adornado de figuras a la oriental, embellecido muchas veces por floridas y sentenciosas expresiones. Se eleva hasta lo sublime, y es magnífico describiendo la majestad y los atributos de Dios.

Creen los mahometanos y aseguran los árabes, que el idioma del Corán, y por consecuencia, el dialecto usado en la Meca en tiempo de Mahoma, es todo lo que hay más puro y perfecto. Este dialecto se diferencia no obstante hasta tal punto del moderno, que la lengua del Corán se enseña en el día en los colegios de la Meca, como el latín en Roma.

Aunque el libro está en prosa, las sentencias acaban generalmente por una rima; a veces es interrumpido el sentido por ella, y a veces también se encuentran repeticiones que no son necesarias. Pero los árabes, que tienen tanto gusto en estas consonancias, hacen uso de ellas en sus más acabadas composiciones, que además embellecen con frecuentes pasajes del Corán y con alusiones a su contenido.

La admiración que este libro les inspirase deriva principalmente de la belleza del estilo, y del cuidado con que Mahoma trató de embellecer su prosa con el encanto de la poesía, dándole un sentido armonioso, y haciendo rimas los versículos y periodos. A veces, dejando el lenguaje común, describe en armoniosos y sublimes versos al eterno Dios sentado sobre el trono de los mundos, dando leyes al universo; haciendo mover a una señal suya a los planetas y anonadando las ciudades populosas, o creando un jardín en medio de los desiertos, Son armoniosas y elevadas sus expresiones cuando describe los eternos placeres del Paraíso; terribles y enérgicas cuando habla de las llamas devoradoras. Instruido como era en la lengua más rica, más elegante, más sonora, más armoniosa entre todas las que se conocen; de una lengua que por la composición de sus verbos, puede seguir el vuelo del pensamiento y describirle con precisión, que por la armonía de sus sonidos imita el alarido de los animales, el murmullo de la fugitiva ola, el zumbido de los vientos, el estampido del trueno, de una lengua en la cual se habían ilustrado tantos poetas. Aplicóse Mahoma a dar a su doctrina lodo el prestigio de la elocución, a su moral la majestad que le con venia, y a las fábulas de su tiempo un giro original que pudiese a la vez hacerlas agradables e interesantes.
 
 
Alí tenia la costumbre de decir: «El Corán contiene la historia de lo pasado, las predicciones del porvenir y las leyes de lo presente». Mahoma decía a sus discípulos: «Leed el Corán y llorad. Sí no lloráis ahora, os veréis forzados a llorar más un día.»

Tiene por único dogma el Corán la unidad de Dios, de quien Mahoma es el profeta; por principios fundamentales, la oración, la limosna, el ayuno, la peregrinación. La moral que se encuentra en él, se funda en la ley natural, y en lo que conviene a los habitantes de los países cálidos. Mahoma ha compuesto su libro introduciendo en él muchos artículos tomados de la Biblia, muchas, ficciones o fábulas sacadas del Talmud, y mezcladas a otras que le proporcionó su ardiente imaginación. Poco método y riqueza real se encuentran en él.

En el calor del entusiasmo o de la vanidad, hizo Mahoma consistir la verdad de su misión en el mérito de su libro. Desafía audazmente a los hombres y a los ángeles a alcanzar a las bellezas contenidas en una sola de sus páginas, y tiene la presunción de asegurar que solo Dios puede dictar es la incomparable obra maestra.
Semejante argumento tiene fuerza cuando se dirige a un árabe devoto, dispuesto a la fe, cuyo oído se encanta con la bella armonía de los sonidos, y que es incapaz de comparar esta pretendida obra maestra con las demás producciones del espíritu humano.

No debe admirar que los musulmanes llamen al Corán la Escritura excelente, o el Libro glorioso, o simplemente el Libro como los cristianos griegos designan el Evangelio; por consiguiente el Corán, es tan respetado entre ellos, que no se aventurarían a leerle sin haber cumplido a lo menos la ablución prescrita antes de la oración, y si un infiel le tocaba no evitaría la muerte sino abrazando el islamismo; el califa Omar ordenó que en tiempo de las dos fiestas al-Aid-fitr y al-Aid-adha cada deami que contiene seis mil doscientos cuarenta y tres versículos o períodos, fuera leído a pesar de su extensión desde el principio hasta el fin. Relando y Marracci nos han enseñado a propósito de esto, que los mahometanos a imitación de los masoretas judíos, han numerado no solo los capítulos y los versículos, sino hasta las palabras y las letras del Corán; y esto a fin de impedir toda especie de corrupción, de trastorno o de alteración de texto; los doctores musulmanes hacen observar que por un privilegio milagroso siempre ha conservado el Corán un texto uniforme en sus diferentes ediciones.

Fue publicado enteramente por Mahoma en el espacio de diez y siete o diez y ocho años, tanto en la Meca como en Medina, a medida que le era revelado, es decir, según el legislador tenia necesidad de hacer hablar a Dios. Cada revelación se refería a las necesidades del momento, a las exigencias de las pasiones y de la política. Auque se hallan allí a menudo contradicciones, toda discusión es evitada por esta máxima preliminar, que el texto da las Escrituras está abreviado o modificado por las explicaciones subsecuentes.
 
 
Estas pretendidas revelaciones estaban escritas por los khodai o secretarios, en hojas de palmera o en pergamino, tan pronto como salían de la boca del Profeta. Sus discípulos las aprendían después; luego todos los pedazos de pergamino o de hojas, se encerraban mezclados en un cofre. Fue puesto el Corán en el  estado en que se encuentra en día por el calila Abou-Bekr, que no tuvo en consideración al tiempo en que fueron dictados tanto los capítulos como los versículos. El que debía ser el primero, se encuentra en el número XCVI, y el último publicado es el IX.

Las divisiones del Corán se llama por los árabes, sowar, en singular soura (en esta edición emplearemos la palabra sura, más habitual en las tracciones contemporáneas, Torre de Babel Ediciones), que significa escritura o serie, continuación regular. De esta misma manera llaman los judíos tora o touro cada una de las cincuenta y tres secciones del Pentateuco. Cada sura o capítulo, se conoce por nombres o títulos particulares, que comúnmente no tiene relación sino con un versículo o dos, mientras que lo restante del capítulo trata de cosas extrañas al mismo título. Los capítulos del Corán son ciento catorce de desigual longitud, algunos no tienen más que tres o cuatro versículos, otros tienen mas de doscientos.

Cada capitulo, a excepción del IX, está precedida de una fórmula solemne, llamada por los mahometanos Bísmillah, porque da principio por las palabras B´issim il´lah -ir rahhmann -ir rackin, es decir, en nombre de Dios piadoso y misericordioso. Esta fórmula figura constantemente en cabeza de todos sus libros y de todos sus escritos como sello de su religión. Constituyen un deber de pronunciarla al principio de todas sus acciones; antes de la oración, antes de ponerse a la mesa, abandonando el lecho, antes de emprender un trabajo, saliendo del alojamiento, hasta cuando dan muerte a un animal. Parece, dice Abou'l Feda, que Mahoma haya sacado esta fórmula de aquella con que los antiguos persas hacían preceder sus libros, y que se encuentra sobre todo en los de la mas remota antigüedad. Bénam yezdam jakkaisgherdadar, lo cual significa: en nombre de Dios, justísimo y misericordiosísimo.

El primer capítulo, titulado al-Fatéhah, introducción, está en gran veneración: se le dan títulos honoríficos como capítulo de oración, de la alabanza, de las gracias, del tesoro. Es considerado como la quinta esencia de todo el libro, y los musulmanes lo repiten tan comúnmente como los cristianos dicen la oración dominical, en sus devociones públicas y privadas. Es repetida en el Salath al-djouma, es decir, en la oración pública del viernes, a cada rikat o inclinación de cabeza. El doctor Abou'l Saddat ha escrito una obra titulada Dawat al-fatehah, en la cual trata de la excelencia de la primera sura del Corán.
Este código de leyes y preceptos contiene como ya hemos dicho, ciento catorce capítulos y seis mil doscientos cuarenta y tres versículos, en los que se cuentan setenta y siete mil seiscientas treinta y nueve palabras y trescientas veinte y tres mil quince letras. Al principio de los capítulos se encuentran caracteres que los comentadores explican de diferente manera. Los mas sabios de ellos pretenden que son signos misteriosos, cuya inteligencia está reservada a solo Dios. Algunos sostienen que su significación ha sido revelada al Profeta, y le será también a los justos cuando gocen la beatitud del paraíso. Geladeddin sale del paso comúnmente diciendo: «Dios sabe lo que estas letras significan.» El abate Laci asegura haber encontrado el significado, y deduce reglas exegéticas no solo para el Corán, sino también para nuestros libros santos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario